¿Le ha dado a usted por montar a caballo? Francis Asbury montó más de 9.600 kilómetros al año a caballo durante casi medio siglo. A pesar de su mala salud, se obligaba incansablemente. Siempre de un lado para el otro, Asbury se sostenía con tasajo de carne de venado, uno de los pocos alimentos que no se echaban a perder durante sus extensos viajes.
Cuando era un joven inglés, Asbury había sido reclutado por Juan Wesley para hacer obra misionera en el Nuevo Mundo allá por el siglo XVIII. Él creía que las personas estaban perdidas sin Jesús, y esa convicción lo llevó a una búsqueda evangelizadora diaria. Se levantaba temprano en la mañana y montaba su caballo a lugares adonde pudiera predicar en casas, colegios, cárceles y al aire libre.
Luego de años de tanteos, Asbury perfeccionó el concepto del «predicador de recorrido a caballo» para ganar la frontera para Cristo. Pero no sólo fue un «relámpago» evangelizador. Formó congregaciones de creyentes para que continuaran con la obra luego que él se fuera. Estas congregaciones llegaron a ser faros espirituales en áreas remotas.
Debido a que tanto Asbury como Wesley fueron muy metódicos en la manera en que hicieron su ministerio, finalmente se les llamó «metodistas». La próxima vez que usted pase por algún pueblecito de las áreas rurales de Estados Unidos, fíjese si ve alguna iglesia metodista. La mayoría de las veces encontrará una. Esto es evidencia de los predicadores a caballo que creían que no había pueblo demasiado pequeño que no mereciera escuchar el evangelio.
Hacia el final de su ministerio, Francis Asbury había reclutado a más de 700 predicadores itinerantes para que difundieran el evangelio de Jesús. En 1771, cuando Asbury llegó a las coloni sólo había 600 metodistas en lo que luego fue Estados Unidos. Cuarenta y cinco años después había 200.000. ¡El número había aumentado de 1 por cada 5.000, a 1 por cada 40 del total de la población!
Los días del «predicador de recorrido a caballo» llegaron y se fueron. Pero el principio espiritual de difundir la Palabra a nuestros amigos, parientes y vecinos sigue siendo nuestra gran comisión (Mateo 28:16-20). —DF