Mientras estudiábamos el libro de Proverbios en mi grupo pequeño de estudio bíblico, nuestro líder sugirió que cambiáramos la descripción de una persona ociosa y usáramos el término remolón en vez de perezoso (6:6, 9). Ah, entonces sí había empezado a hablar mi idioma. De inmediato, comencé a pensar en todas las personas que considero remolonas.
Por ejemplo, los hombres y las mujeres que no enseñan ni disciplinan a sus hijos. O el muchacho que se niega a ayudar con las tareas de la casa. O aquellos adolescentes que descuidan los estudios y pasan todo el día jugando en sitios de Internet.
Si somos sinceros, todos somos susceptibles a caer en esto. ¿Qué podemos decir de ser «remolón para orar» (1 Tesalonicenses 5:17-18), o «remolón para la leer la Biblia» (Salmo 119:103; 2 Timoteo 3:16-17), o «remolón para ejercitar los dones espirituales» (Romanos 12:4-8) o «remolón para testificar» (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8)?
Si no estamos haciendo lo que sabemos que Dios quiere que hagamos, somos indudablemente remolones espirituales. En realidad, cuando rehusamos obedecer a Dios, estamos pecando.
Presta atención a las desafiantes y convincentes palabras del libro de Santiago: «al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado» (4:17). No seamos remolones espirituales.