Ahora que mi hija está aprendiendo a hablar, ha adoptado una palabra favorita: más. Dice «más» y señala una tostada con mermelada. Extendió la mano y dijo «¡más!» cuando mi esposo le dio algunas monedas para poner en su alcancía. Una mañana incluso exclamó: «¡Más papi!», cuando su padre salió para el trabajo.
Tal como mi pequeñita, muchos miramos a nuestro alrededor y pedimos «más». Lamentablemente, nunca hay nada que nos baste. Necesitamos el poder de Cristo para romper el ciclo y ser capaces de decir como Pablo: «… he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11).
La frase «he aprendido» me dice que el apóstol no enfrentaba todas las situaciones con una sonrisa. Aprender a contentarse requiere ejercitación. Su testimonio incluía altibajos que abarcaban desde la picadura de una serpiente hasta la salvación de almas, desde las acusaciones falsas hasta la fundación de iglesias. Sin embargo, declaró que Cristo era la respuesta para satisfacer el alma. Dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (v. 13). Jesús le había dado la musculatura espiritual necesaria para soportar momentos difíciles y evitar el peligro de la abundancia.
Si descubres que estás buscando «más, más y más», recuerda que el contentamiento llega cuando tienes «más» de Cristo.