Era un magnífico buque de guerra, imponente al deslizarse a través de la bahía. Pero en vano revisé el paquete de noticias del barco buscando el acontecimiento por el que éste fuera mejor recordado.
eí informes acerca de sus actos heroicos en tiempos de guerra, de sus cruceros a los rincones más apartados del globo, incluso leí una historia en forma de anécdotas heredada de barcos desaparecidos hace mucho tiempo que llevaban el mismo nombre. Pero en ninguna parte leí del ataque accidental de este barco a un avión civil de pasajeros. Es como si hubiesen enterrado su peor pesadilla en las profundidades del mar.
No somos diferentes en realidad. Cuando obsequiamos a nuestros amigos nuestras propias «historias marítimas», tendemos a dejar de lado los detalles morbosos.
Eso no siempre es algo malo. Dios hace algo similar. ¡Ah!, Él no ignora el pecado en nuestra vida. ¡No puede! Un Dios perfectamente santo exige una justicia perfecta. Pero se ha encargado de esto. Ha provisto una manera para hacer que dejemos atrás nuestra pesadilla. Podemos acceder a Dios gracias al sacrificio de Jesús en la cruz por los pecados del mundo.
El grupo Audio Adrenalinecaptó esa profunda verdad en una canción que toma prestada de los antiguos profetas. «Tus pecados quedan atrás —cantan—. Nunca te encontrarán; están en el fondo del mar.»
Audio Aestá cantando acerca de nuestra libertad de la culpa, es decir, si hemos aceptado el perdón que Dios extiende a través de su Hijo Jesús.
El profeta Miqueas escribió: «… hollará nuestras iniquidades. Sí, arrojarás a las profundidades del mar todos sus pecados» (7:19). Isaías registró la decisión divina de Dios de olvidar nuestros pecados: «Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados» (Isaías 43:25).
Tal vez haya un horroroso acontecimiento en tu pasado del cual parezca que no puedes escapar. Tal vez algún fracaso que no puedes olvidar todavía azota tu conciencia. Dios perdona; olvida; nos libera.
Para aquellos que seguimos a Jesús, los errores son algo de lo que se aprende, no en lo que se piensa demasiado. ¡Alabado sea que se aprende, no en lo que se piensa demasiado. ¡Alabado seaDios por semejante perdón tan completo y perdurable! —TG