Hace 80 años, el autor húngaro Frigyes Karinthy escribió un cuento corto titulado Cadenas, donde presentaba la idea de que cualquier par de personas en el mundo estaban vinculadas a través de, a lo sumo, cinco conocidos. Actualmente, esta tesis ha resurgido y suele llamársela Seis grados de separación. Por supuesto, es una teoría aún no comprobada. Pero hay una dinámica que hace que nos relacionemos con otras personas alrededor del planeta: la sabiduría y la providencia de Dios que actúa a través de su Palabra para llevar a cabo la voluntad del Señor.
Hace unos años, recibí una carta de un hombre a quien no conocía, donde me decía que una nota que yo le había mandado a un amigo que vivía cerca de allí lo había animado en un momento de agotamiento y profunda desesperación. Ese amigo al que yo le había enviado la nota, se la mandó a otro amigo, y así sucesivamente, hasta que la recibió el hombre que me escribió.
Puede suceder que una palabra sencilla dada con amor, guiada por la sabiduría de Dios y llevada sobre las alas del Espíritu tenga consecuencias eternas en la vida de alguien.
¿No deberíamos acaso llenarnos de la Palabra de Dios y transmitírsela a otros, orando para que el Señor la utilice para concretar sus propósitos? (Isaías 55:1).