Las obras generosas y voluntariosas que proliferan en diciembre suelen desaparecer rápidamente, por lo cual, muchos dicen: «Ojalá que el espíritu navideño durara todo el año». ¿Por qué parece ser que la bondad y la compasión estuvieran ligadas al calendario? ¿Hay alguna fuente inagotable de compasión que sea más profunda que los cálidos sentimientos festivos que duran solo esta temporada?
En los dos primeros capítulos de Lucas, es asombroso que se mencione siete veces al Espíritu Santo. Su obra se cita en la vida de Juan el Bautista, que aún no había nacido (1:15), y en la de María (1:35), Elisabet (1:41), Zacarías (1:67) y Simeón (2:25-27). Allí, en lo que solemos llamar «la historia de la Navidad», no se habla de personas a quienes se les acababa de ocurrir algo o que se sintieron extrañamente inducidas, sino que se identifica al Espíritu Santo como Aquel que guió a Simeón, llenó a Zacarías y a Elisabet, y engendró al bebé en el vientre de María.
Al igual que ellos, ¿reconocemos nosotros la voz del Espíritu entre todas las demás? ¿Estamos atentos a sus impulsos y ansiosos de obedecer? ¿Permitiremos que su calidez y amor llenen nuestro corazón y fluyan a través de nuestras manos?
Hoy, la presencia y el poder de Cristo permanecen con nosotros por medio del Espíritu Santo, el cual es el verdadero y eterno Espíritu de la Navidad… durante todo el año.