El presidente ruso, Vladimir Putin, tenía algunos compromisos importantes próximos a realizarse en Moscú y no quería que lloviera durante su desfile. Así que hizo lo que cualquier persona normal habría hecho. ¡Ordenó que hubiera buen tiempo! En un intento por mantener la lluvia lejos de la ciudad, diez aviones equipados con agentes sembradores de nubes se abalanzaron al cielo sobre Rusia permitiendo que los jefes de estado invitados disfrutaran de un tiempo seco.
Vladimir Stepanenko, físico en jefe del Observatorio Geofísico de San Petersburgo, dijo que el objetivo era vaciar todas las nubes de lluvia antes de que éstas chocaran con los límites de la ciudad.
Algunas veces, ese plan suena bastante bien cuando llueve demasiado. Pero los rusos dan la «explosión de nubes» por sentada, ya que han disfrutado de sus beneficios en las festividades públicas desde que Stalin dio la orden de investigar el control del tiempo en los años 30.
Si bien sería lindo controlar el tiempo para ocasiones especiales, no puedo evitar pensar que es un poquito como «jugar a ser Dios». ¿Acaso depende en realidad de nosotros decidir cómo debe estar el tiempo?
El Salmo 135 nos recuerda que «todo cuanto el SEÑOR quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos. Él hace subir las nubes desde los extremos de la tierra,
hace los relámpagos para la lluvia, y saca el viento de sus depósitos» (vv.6-7).
Y esto es lo que Job dijo acerca del poder de Dios: «También Él carga de humedad la densa nube, y esparce la nube con su relámpago; aquella gira y da vueltas por su sabia dirección, para hacer todo lo que Él le ordena sobre la faz de toda la tierra» (37:11-12).
Así que, la próxima vez que llueva en tu área –ya sea que se trate de un ligero rocío o de las negras nubes de alguna gran tormenta– piensa en el formidable poder de Dios y en el hecho de que Él es quien finalmente tiene el control de todas las cosas.
Ahora bien, ¿dónde está mi paraguas? –PW