Es sábado por la noche y ansiosamente espero el culto de adoración del domingo por la mañana. Tengo la bendición de formar parte de un equipo que ayuda a dirigir la adoración una iglesia vibrante y llena de amor. El domingo por la mañana siempre va acompañado de emoción y expectativa al elevar nuestras voces para alabar y adorar al Señor. Escuchamos la palabra del Señor enseñada por algún pastor dinámico y entendido. Me encanta la adoración en nuestra iglesia.
Pero… todavía es sábado por la noche, y primero tengo que cumplir con un turno de trabajo de doce horas en una sala de emergencia. Mientras conduzco hacia mi trabajo experimento una sensación de frustración y un impulso de «salir de esto» para poder continuar con el importante trabajo del culto del domingo por la mañana. Me siento molesta por el hecho de que tengo que dedicar este tiempo a atender personas que con demasiada frecuencia están intoxicadas, airadas, que son groseras o simplemente malagradecidas.
¡Pero esperen! La verdad me da un golpe en la cabeza. Dios no quiere que yo lo adore sólo durante un culto de adoración. Muchas veces, en la Biblia, se nos recuerda que hemos de hacer todas las cosas para Dios: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.… Es a Cristo el Señor a quien servís» (Colosenses 3:23-24).
odas mis acciones, pensamientos y comportamientos han de ser una forma de adoración. Se supone que yo refleje la luz de Jesús. Él vive en mí, y las personas a las que he de servir deben poder ver su luz en mí. El trabajo no es algo de lo que haya que «salir», sino más bien una oportunidad de mostrar el amor de Dios.
Le pido al Espíritu Santo que me llene y me ayude a tener la actitud correcta hacia el Señor. Comienzo a ver el trabajo con nuevos ojos. Dios ama a las personas a las que he de servir esta noche y se preocupa por cada una de ellas. Mi trabajo es dar testimonio de dicho amor, y descubro que mi «culto de adoración» comienza con mi primer paciente. —Marie Haggarty (Nueva York)
Escrito por una amiga lectora de Nuestro Andar Diario