Mi amigo Stu fue un piloto de combate en la Segunda Guerra Mundial. Yo creo que una de las cosas más fantásticas en el mundo habría sido sentarse en la cabina de mando de un Corsair, de un P-40 o de un Thunderbolt y viajar solo al combate. No para Stu. Cuando terminó su entrenamiento preliminar de vuelo se le pidió que indicara qué preferiría de entre cuatro alternativas a elegir: volar aviones cuatrimotores como el B-24, volar aviones de carga o de transporte de tropas, o ser piloto de combate. Su primera elección fueron los aviones cuatrimotores y su última elección fueron los aviones de combate. Pero Stu se encontró de camino hacia la escuela de aviones de combate, adonde le fue muy bien.

A Stu y a sus compañeros pilotos no los enviaban al aire hasta que no estaban listos para entablar combate con el enemigo. Estaban bien entrenados y se les dotaba con el mejor equipo disponible. Cuando sus ruedas despegaban del suelo contaban con todo lo que pudieran necesitar. El resto dependía de ellos. Comparado con hoy, sería como volar un avión de combate último modelo a una velocidad dos veces mayor que la del sonido.

Como seguidores de Jesús se nos ha encargado hacer una tarea imposible: ser santos, así como Dios es santo. Nos decimos a nosotros mismos: «Simplemente no puedo hacerlo.» Así que colocamos el mandamiento de ser santos al final de nuestra lista de preferencias. Escuchamos el llamamiento a vivir piadosamente (2 Pedro 1:30), pero nuestros intentos terminan en fracaso. Nos va bien por un tiempo, luego resbalamos. «Nadie puede estar a la altura de la norma establecida por Jesús –decimos– así que ¿para qué intentarlo?»

¡Espera! Podemos tener éxito. Pedro lo indicó cuando escribió: «Su divino poder [el de Dios] nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad» (v. 3). El poder de Dios en Jesús está a nuestra disposición… y es suficiente. Podemos tener éxito en la vida cristiana. La «vida» en este versículo se refiere a la vida eterna, dada a nosotros en Jesús. La «piedad» es nuestra a través del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros y de la Palabra que nos instruye.

Al igual que un piloto de combate, nosotros también tenemos todo lo que necesitamos para cumplir con la misión. Levanta vuelo. ¡Tienes todo lo que necesitas!  –DCE