Norma McCorvey decía peores palabrotas que los hombres más groseros y tomar más que muchos asiduos de las tabernas. Tenía un temperamento difícil. Escupía en la cara a los defensores de la vida, quienes la llamaban «asesina», o sostenía en alto carteles con imágenes de fetos abortados.

Puede que ustedes la conozcan mejor como «Jane Roe», la demandante en el caso Roe contra Wade en la Corte Suprema.
El caso de Norma McCorvey en el tribunal no se resolvió ant de que su bebé naciera, así que ella lo entregó en adopción. Sin embargo, Norma creía que tenía una reputación que proteger. Una vez dijo a un periodista: «Esto es lo único para lo que vivo. Todo lo que vivo, como, respiro y pienso es para el aborto.»

Sin embargo, 30 años después del fallo, Norma McCorvey estuvo otra vez en el centro de la atención del sistema judicial, est vez pidiendo que se anulara la sentencia pronunciada en Roe contra Wade.

Norma se unió a la lucha en defensa de la vida hace casi diez años, y dice que se arrepiente de su papel en Roe contra Wade. Dice que la decisión de la Corte Suprema ya no es válida porque la evidencia científica y los casos de los que se tiene conocimiento han salido a la luz en los últimos 30 años han mostrado los efectos negativos del aborto en las mujeres.

¿Es ésta la única razón por la que Norma quiere que se anule el fallo? Imagino que no. Verán. En 1995, Norma entregó su vida a Jesús. En ese momento estaba trabajando en una clínica de abortos, en una oficina ubicada justo al lado de la oficina de Operación Rescate, un grupo defensor de la vida. Una mujer que trabajaba con O.R. tenía una hija de siete años de edad llamada Emily, quien oraba fielmente por la salvación de Norma. Luego de pedirle una y otra vez que fuera a la iglesia con ellas, Norma finalmente accedió.

Sólo se necesitó de ese único sermón. El pastor preguntó: «¿Hay alguien aquí que esté cansado de llevar la vida de pecador?» Norma levantó la mano. «¿Cómo podía decir que no? –dijo–. Llevaba años cansada de eso, ¡pero era la única vida que conocía!» (Salmo 32:5).

Ahora dice: «Me he hecho 100% devota de Jesús y 100% devota de la defensa de la vida. Sin excepciones. Sin transigencias.» ¡Sólo Dios puede cambiar un corazón de esa manera!  —PW