Algunos días antes de celebrar su Año Nuevo, muchas familias chinas hacen una limpieza a fondo en sus casas. Hay un dicho cantonés que expresa: «Limpien la suciedad el ninyabaat» (el día 28 del duodécimo mes). Practican esta tradición porque creen que la limpieza quita la mala suerte del año anterior y prepara sus hogares para la buena fortuna.

Cuando el apóstol Pablo les escribió a los creyentes de Corinto, les pidió que hicieran una limpieza a fondo de sus vidas; no para tener buena suerte, sino para agradar a Dios. Les dijo: «limpiaos, pues, de la vieja levadura» (1 Corintios 5:7).

Pablo empleó las fiestas judías de la Pascua y de los Panes sin levadura (Éxodo 12:1-28) como trasfondo para esa declaración. La levadura era un símbolo del pecado y de la corrupción, y tenía que ser sacada de los hogares judíos para celebrar dichas fiestas (Deuteronomio 16:3-4). Como Jesús es el Cordero pascual que nos limpia de pecado, los corintios debían restregar sus corazones y sacar de sus vidas y de la congregación la levadura de la inmoralidad sexual, la malicia y la maldad (1 Corintios 5:9-13).

En gratitud a Jesucristo por su sacrificio, limpiémonos del pecado en nuestra vida y celebremos la santidad que solo Él puede ofrecer.