A mi amiga Ana, las personas suelen detenerla en la calle para pedirle que les dé indicaciones sobre cómo llegar a alguna parte. Esto le ha sucedido aun en otros países donde es extranjera. Ella se pregunta si será porque tiene cara de buena persona y parece confiable. Yo sugerí que tal vez se debía a que da la impresión de saber hacia dónde está dirigiéndose. Otra amiga dijo que quizá sea porque atrae a los perdidos.
Todos estos atributos deberían ser una realidad en sentido espiritual en el pueblo de Dios. Como creyentes, tenemos un propósito y una meta, sabemos hacia dónde vamos y cómo llegar hasta allí. Esto nos da confianza mientras seguimos adelante cumpliendo el llamado del Señor para nuestra vida. Cuando los demás perciban esta clase de confianza, los perdidos se nos acercarán para que les indiquemos hacia dónde ir.
Dios siempre ha mantenido una presencia en la tierra para que la gente pueda encontrarlo. Su primera manifestación para el mundo fue la nación de Israel (Isaías 42:6). Después, Salomón oró para que el gran nombre de Dios atrajera a la gente hacia Él (1 Reyes 8:41-43). La luz de la nación judía alcanzó su punto culminante con Jesús, «la luz del mundo» (Juan 9:5). Y ahora, los seguidores de Cristo deben ser los que iluminen a la humanidad (Mateo 5:14). Como tales, tenemos la responsabilidad de mostrarle a la gente qué debe hacer para reconciliarse con Dios (2 Corintios 5:18).