Vivir en este mundo puede ser difícil. En ciertos momentos, casi todos nos hemos preguntado: ¿Dónde está Dios? ¿No sabe lo que me pasa? Y tal vez hemos pensado: Da la impresión de que la injusticia está triunfando y que Dios no hace nada. La manera de reaccionar ante nuestros problemas depende de nosotros. El profeta Habacuc tuvo una actitud digna de imitar: Decidió regocijarse.
Habacuc vio que los errores espirituales y morales de Judá aumentaban rápidamente, y eso lo perturbó en gran manera. Pero la reacción de Dios le afectó aún más, ya que iba a usar a la malvada nación de Babilonia para castigar a Su pueblo. Aunque el profeta no lo entendió en profundidad, pudo regocijarse porque había aprendido a depender de la sabiduría, la justicia y la soberanía de Dios. Concluyó su libro con una declaración maravillosa: «Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación» (3:18). Aunque no estaba claro cómo sobreviviría Judá, Habacuc había aprendido a confiar en el Señor en medio de la injusticia, el sufrimiento y la pérdida. Viviría por su fe puesta solo en Dios. Junto con esa clase de fe, llegó el gozo del Señor, a pesar de las circunstancias que lo rodeaban.
Nosotros también podemos regocijarnos en nuestras pruebas, tener una confianza inamovible en Dios y vivir en las alturas de Su soberanía.