Cuando yo era niño vivía a sólo unas cuantas manzanas de mi escuela elemental. Mientras mis compañeros de clase se apiñaban en el bullicioso comedor para tomar almuerzos a temperatura ambiente, yo caminaba serenamente hasta mi casa para tomar el almuerzo caliente que yo mismo me preparaba.
La mejor parte de mi comida de medio día era que podía mirar la TV mientras me comía un sandwich de salchicha de Bolonia frita con una sopa de tomate caliente. (Era muy bueno… ¡de veras!)
Mi programa favorito durante la hora del almuerzo era sobre la imaginación de un muchachito y los futuros viajes espaciales. Un día, mientras masticaba mi sandwich y tragaba sorbos de sopa, el joven actor dijo algo elocuente que se me ha quedado grabado durante todos estos años:
«Cuando yo sea grande quiero descubrir mundos nuevos que sean tan hermosos que se tengan que inventar palabras nuevas para describirlos.»
¡Caray! ¡Qué idea!
A medida que he ido creciendo en la vida cristiana he encontrado un versículo bíblico que parece estar de acuerdo con el sueño de aquel muchachito. Pero en vez de hablar de planetas en nuestro universo, el mundo nuevo que se describe es el cielo. «… cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman» (1 Corintios 2:9).
Al escribir acerca del cielo y las recompensas que nos esperan allí, el apóstol Pablo nos dijo que la experiencia es demasiado hermosa como para describirla en términos que podamos entender ahora. No hay ojo humano que la haya visto todavía, ni tampoco ha penetrado su sonido el oído humano. Ni nuestros más salvajes sueños pueden visualizar lo que Dios ha preparado por amor a los que le conocen y le aman.
le conocen y le aman.¿Miras el futuro con esperanza? La Biblia enseña que un día vamos a viajar a un mundo nuevo. Los que tienen fe en Jesús tienen la seguridad de que el lugar que Él está preparando para nosotros es tan hermoso que no hay palabras para describirlo. —DF