Sin duda alguna, la profecía cumplida más conocida de la historia es la predicción de Miqueas del nacimiento del Mesías en Belén, la pequeña aldea adonde también nació el rey David de Israel casi 1.000 años antes. Ese vínculo entre David y Jesús es sólo uno de muchos. Considera lo siguiente:
David era de origen humilde, nacido en una aldea insignificante, de padres que no tenían nada que los hicieran famosos. Cuando era muchacho, David era sólo un pastor, pero un pastor osado que tenía la fama de haber arriesgado la vida para proteger el rebaño de su padre Isaí. Aunque era de origen humilde, a la larga llegó a ser rey de Israel. Ocupó el trono en la Ciudad de Paz: Jerusalén. De hecho, David había dirigido las fuerzas que tomaron posesión de Jerusalén, edificando su palacio en el lugar de la fortaleza jebusita llamada Sion. Así fue como David se convirtió en el primero de su linaje en reinar en Jerusalén.
Jesús también era de origen humilde, nacido —tal como lo profetizó Miqueas— en el lugar de nacimiento de David: Belén. Jesús también vivió una vida simple: el hijo de un carpintero. Sin embargo, a diferencia de David, Jesús no se convirtió en pastor de ovejas. La Biblia nos dice que se convirtióen cordero, un cordero para sacrificio que con su muerte cargó con el pecado del mundo (Apocalipsis 5).
Fue sólo después de su resurrección que Jesús se convirtió en pastor, el «Buen Pastor» que ahora guía y protege la Iglesia, el rebaño de su Padre. Además, Jesús está destinado a ser Rey, como escribiera el apóstol Juan: «Rey de reyes y Señor de señores» (Apocalipsis 19:16).
Para completar los paralelos, Jesús a la larga reinará, no sólo en Israel, sino en toda la tierra. Y su reino existirá para siempre. Pablo citó de la profecía de Isaías y dijo: «Retoñará la raíz de Isaí, el que se levanta a regir a los gentiles; los gentiles pondrán en Él su esperanza» (Romanos 15:12). Sólo Jesús es el Rey de reyes y el Señor de señores. —DO