Estás en el corazón de Nueva York o de alguna otra gran metrópoli y necesitas ayuda. ¿Dónde debes acudir? A una estación, por supuesto. No, no a una estación de servicio, aunque esas son buenas para obtener gasolina y mapas. ¿Una estación de información? No, tampoco me refiero a ese tipo.

La estación a la que me refiero es una estación de oración. De Nueva York a Gran Bretaña a Kenya a la India, estos inventos de Nick Savoca han surgido en las calles urbanas transitadas. Savoca formuló la idea de las estaciones por primera vez a principios de los años 90. Desde entonces se ha orado por decenas de miles de personas, y miles han recibido a Cristo como Salvador mientras se encontraban en la estación.

Cada estación de oración está dotada de creyentes en Jesús que escuchan a los transeúntes y oran por sus necesidades. Es probable que al apóstol Pablo le hubiera parecido una gran idea lo de la oración «de estación». En 1 Timoteo, una epístola apasionada escrita hacia el final de su vida, Pablo escribió: «Exhorto, pues, ante todo que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres» (1 Timoteo 2:1).

Él estaba preocupado por todo el mundo. Su deseo era que ellos vivieran «una vida tranquila y sosegada» (v.2). La palabra tranquila viene de la palabra griega hesychios, que significa «una tranquilidad que sale de adentro».

El orar con incrédulos nos permite exponerlos a la realidad de la paz que Jesús puede traer a sus corazones. Les da la oportunidad de saber que «hay un solo … mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre» (v.5).

Jesús es el único que puede cerrar la enorme brecha que hay entre Dios y nosotros. Él es el mediador que hace posible que nuestras oraciones lleguen al cielo.

Siempre ofrece orar por personas que necesitan ayuda divina: creyentes, por supuesto, pero también incrédulos. Puede que descubras que es una manera fantástica de presentarles a Jesús.  —TF