Durante las primeras horas del 21 de diciembre de 2010, fui testigo de un acontecimiento que ocurrió por última vez en 1638: un eclipse lunar total en el solsticio de invierno. Lentamente, la tierra se interpuso entre el resplandor del sol y la luna llena, y su sombra hizo que el satélite pareciera color rojo oscuro. Fue algo notable y hermoso. No obstante, me recordó que, si bien la oscuridad física es parte del diseño creado por Dios, las tinieblas espirituales no están dentro de Su plan.
El pastor escocés Alexander MacLaren dijo: «Rechazar la luz genera la más densa oscuridad, y el hombre que teniendo luz, no confía en ella, se rodea de un cúmulo de espesas nubes de tinieblas y condenación». Jesús describió este autoimpuesto eclipse espiritual del corazón y de la mente con estas palabras: «Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué densa será esa oscuridad! (Mateo 6:23 NVI).
La gran invitación de la Navidad es que abramos nuestro corazón al Salvador que vino para poner fin a nuestras tinieblas. Jesús dijo: « Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. […].Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas» (Juan 12:36, 46).
El sendero para salir de nuestra noche espiritual es caminar en la luz con Cristo.