Mientras mis hijos estaban arrojando los restos de comida en un cesto para desperdicios en un centro de compras local, un hombre que, evidentemente, estaba apurado por algo, casi se chocó con el mayor de ellos. Mi hijo menor dijo en broma: «Quizá robó algo». Pensé que podría usar la situación como una oportunidad para enseñarles algo, y dije: «Eso es lo que la Biblia llama juzgar a los demás». Entonces, él me preguntó sonriendo: «¿Por qué estás siempre “pastoreándome”?». Cuando dejé de reírme, les dije a mis hijos que nunca podía tomarme vacaciones de mi labor de guiarlos y cuidarlos.
El apóstol Pablo les dijo a los ancianos de Éfeso que ellos tampoco podían tomarse vacaciones de la tarea de pastorear al pueblo de Dios (Hechos 20). Estaba convencido de que los falsos maestros tratarían de devastar la iglesia (v. 29) y que los líderes debían proteger al grupo de tales embestidas. Cuidar al pueblo del Señor incluye alimentarlo espiritualmente, guiarlo con bondad y advertirlo con firmeza. El incalculable precio que Cristo pagó en la cruz debería motivar a los líderes de la iglesia (v. 28).
Los que lideran a las congregaciones tienen la gran responsabilidad de vigilar nuestras almas porque, un día, tendrán que rendirle cuentas al Señor de su labor entre nosotros. Hagamos que hoy se sientan gozosos al ver que los obedecemos y nos sometemos a su liderazgo fiel y piadoso (Hebreos 13:17).