Para mí, la imagen más memorable de la guerra contra Iraq es el bautismo en el desierto. Tal vez recuerdes la foto de un capellán en camuflaje mientras sumergía a un nuevo converso en un baptisterio «apropiado para la guerra» construido de sacos de arena y lona.

Dos días después, el nuevo creyente resultó muerto. Su familia cristiana encontró consuelo al saber de su reciente decisión por Cristo. ¡Habían orado por él durante años!

Hace décadas, dos soldados de una parte remota del Medio Oriente bautizaron a un amigo en una piscina portátil. Pero no todo el pelo de su amigo se mojó. Puesto que no querían correr riesgos, lo sumergieron de nuevo.

Algunos tienen la impresión de que el aspecto espiritualmente significativo del bautismo está en la forma en que se realiza. Otros hacen del bautismo la base de su salvación. Pero la Biblia enseña que el significado del bautismo se encuentra en lo que simboliza: una nueva relación conJesucristo.

Dios no nos va a rechazar por tecnicismos. Él no va a decir: «Y bien, creíste en mi Hijo, pero yo vi que tu mano se quedó fuera del agua cuando te bautizaste. Lo siento. Para ti no hay cielo.»

Algunos podrían decir que el ladrón de la cruz dijo la oración equivocada. Él nunca pidió a Jesús que le perdonara sus pecados. Nunca se bautizó ni tuvo la oportunidad de hacer una buena obra para expiar su vida delictiva. Simplemente dijo: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (Lucas 23:42). Jesús contestó: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso» (v.43).

Irónicamente, el otro delincuente, el que rechazó a Jesús, dijo las palabras correctas: «¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!» (v.39). Pero lo dijo burlonamente.

El elemento vital para nuestra salvación no es una frase mágica que repitamos, ni una ceremonia especial por la que pasemos para gozar del favor de Dios. El único elemento esencial es una fe genuina en la Persona correcta: Jesús.

No hay agua, buenas obras, autonegación ni fe en sistema religioso que pueda lavar nuestros pecados. Sólo la sangre de Cristo puede hacer eso. ¿Es Él el objeto de tu fe?  —TG