¡Ah, qué vida la de un cerdo! Lo único que le ofrece cada nuevo día es chapotear en el barro y resoplar alegremente a la hora de comer. ¡Y qué comida que tienen! Cáscaras de trigo crujientes… o cualquier resto de alimentos que se deseche en el corral.
¿Suena agradable? ¿No? Es probable que al hijo pródigo tampoco le haya gustado.
Antes de empezar a comer con los cerdos, había tenido una cálida cama, una gran herencia, un padre amoroso, un futuro asegurado y, posiblemente, buena comida. Pero no le bastó. Quería «divertirse». Deseaba manejar su vida y hacer lo que se le antojara. Todo terminó en compartir la comida con los cerdos.
Cuando un joven ignora la guía de padres piadosos y las instrucciones de la Palabra de Dios, los resultados son similares. Siempre me perturba cuando alguien que profesa conocer a Jesús decide vivir de una manera que rechaza la clara enseñanza divina. Ya sea que las decisiones incluyan pecados sexuales, uso de sustancias adictivas, falta de iniciativa o cualquier otra cosa, todo aquello que deje de lado al Señor corre el riesgo de terminar mal.
Si despreciamos los claros principios morales de la Biblia y descuidamos nuestra comunión con Dios, seguramente enfrentaremos problemas. Lucas nos cuenta que el joven dio un giro de 180 grados cuando volvió a sus cabales (Lucas 15:17). No pierdas la cabeza. Vive para Dios con la guía de Su Palabra… a menos que te apetezca comer cáscaras.