Tan pronto entré en el campo de batalla supe que no iba a ser fácil. Muchos de los otros muchachos tenían pistolas de pintura automáticas que hacían que la mía pareciera una pistolita de disparar guisantes.

Justo antes del primer juego disparé unas cuantas veces. Las bolas de pintura se meneaban lentamente desde mi cañón y caían lejos a la derecha de mi blanco. Mientras observaba a los otros muchachos hacer unos disparos que parecían láser a velocidades mucho mayores y a cualquier blanco que escogieran, me di cuenta de que estaba metido en un gran lío.

Durante el primer juego, las balas me pasaban zumbando por el lado mientras yo intentaba mantener mi posición. Mi patética pistola de pintura estaba disparando tiros débiles y que daban como vueltas. Sabía que el fin estaba cerca.

Y así fue. Me derrotaron rápidamente. Lo mismo sucedió en el juego siguiente.

Entonces, durante un receso en la acción, uno de los muchachos sacó de repente un dispositivo que mide cuántos metros por segundo disparan las pistolas de pintura. Observé mientras los muchachos disparaban y obtenían sus lecturas: 94 metros por segundo… 96 metros por segundo… 98 metros por segundo. Entonces me tocó el turno a mí. Mi pistola emitió ese familiar sonido debilucho. Escuche a los mucha chos reír disimuladamente cuando apareció mi lectura: 48 metros por segundo.

¡Con razón me estaban aplastando! Ellos tenían el poder y yo no. Jesús nos dio el poder de cumplir su programa en la tierra. El Espíritu Santo da el poder a todoslos creyentes que se están esforzando por ser «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hechos 1:8).

Tal vez creas que tu capacidad de hablar a otros de Jesús se parece más a una pistolita de guisantes que a algo poderoso, pero Dios no te ve así. Pablo escribió estas inspiradas palabras: «Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:13 [énfasis añadido]).

Si eres creyente enJesús, el Espíritu Santo mora en ti. Descansa en su poder y alcanza el mundo.  —TF