Unos estudiantes universitarios le alquilan una casa a mi hermana y a su esposo. Una noche, un ladrón intentó entrar a robar. Cuando la joven que vive allí llamó a la policía para decirles lo que estaba pasando, la operadora le respondió de una manera inusual: «Tendrá que volver a llamar por la mañana. Ahora estamos demasiado ocupados». ¡Qué respuesta tan perturbadora! La muchacha había hecho lo correcto al llamar a la policía, pero, por alguna razón, no prestaron atención a su pedido de ayuda. Esa clase de indiferencia decepciona.
No obstante, cuando acudimos a Dios en oración, la indiferencia no existe. Es probable que, a veces, nos parezca que el Señor no oye, pero sí lo hace. Él está atento y nos responderá. La Biblia nos recuerda que podemos hallar consuelo en saber que nuestro Dios está profundamente interesado en lo que pesa sobre nuestro corazón: «Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras» (Salmo 145:18). Cuando clamamos a Él, nunca obtendremos una respuesta desinteresada.
En vez de alejarse de nosotros cuando acudimos a Él buscando ayuda, nuestro Padre celestial se nos acerca en los momentos de necesidad. Nunca está demasiado ocupado para escuchar las oraciones de Sus hijos: Cuando lo llamamos, nos oye.