Había sido un día casi perfecto. Jeff y Sarah, una pareja de recién casados, regresaban de un popular parque de diversiones de Ohio adonde habían desafiado la gravedad y saciado su necesidad de velocidad.

Pues resultó que estaban más seguros en el parque que en la autopista. Después de conducir durante tres horas, Jeff se durmió al volante. Cuando el auto chocó contra un terraplén, Sarah sufrió una grave lesión en la espalda.

Un cirujano dijo: «Ella nunca volverá a caminar. No vale la pena operar.» Eso fue en julio. Para Navidad, Sarah estaba usando un andador. Su dramática mejoría sigue asombrando a los médicos.

Tanto Jeff como Sarah cuentan cómo Dios ha usado esta situación para fortalecer su fe y enseñarles el poder de la oración. Pero Jeff es muy directo acerca de su reacción a su catástrofe personal. «Veo cómo Dios nos ha usado para bendecir a otras personas —dice— y eso es bueno. Pero yo nunca hubiera escogido esto.»

Muchos de nosotros buscamos a Dios por razones humanas. Tenemos una perspectiva limitada de Él y queremos saber lo que puede hacer por nosotros. Luego nos sorprendemos cuando Dios parece actuar de manera contraria a nuestros intereses.

Los héroes de la Biblia no eran distintos. El profeta Jeremías pudo haberse sentido invencible cuando Dios le dijo: «Porque contigo estoy para librarte» (Jeremías 1:8). Pero cuando Jeremías trató de advertir al pueblo del juicio de Dios por sus pecados, encontró una oposición tal que temió por su vida.

«Me persuadiste, oh SEÑOR, y quedé persuadido» —se lamentó Jeremías (20:7). «He sido el hazmerreír cada día.» Jeremías era perseguido constantemente por su obediencia a Dios.

De este lado del cielo, no vamos a estar exentos de las desgracias ni de las incertidumbres. A pesar de las extraordinarias respuestas de Dios a nuestras oraciones seguiremos teniendo dificultades.

«En el mundo tendréis aflicción —prometió Jesús (Juan 16:33, RV60)—. «Pero confiad, yo he vencido al mundo.»  —TG