Me encanta recorrer los pasos y los senderos de Idaho, en Estados Unidos, y disfrutar de su grandeza y pintoresca belleza. A menudo, recuerdo que estas caminatas simbolizan nuestra travesía espiritual, ya que la vida cristiana consiste simplemente en caminar con Jesús a nuestro lado como compañero y guía. Él recorrió los caminos de Israel de un extremo al otro, reuniendo a Sus discípulos y diciéndoles: «Venid en pos de mí» (Mateo 4:19).
El viaje no siempre es fácil. A veces, abandonar parece más sencillo que seguir, pero cuando las cosas se complican, podemos descansar durante un tiempo y recuperar las fuerzas. En El progreso del peregrino, John Bunyan describe el cobertizo en el collado Dificultad, donde los cristianos recuperan el aliento antes de seguir escalando. Su rollo lo consolaba y le recordaba la presencia continua del Señor y Su poder sustentador. Cambió de aire, de modo que pudo seguir caminando unos kilómetros más.
Solo Dios sabe adónde nos llevará el camino, pero Él nos asegura lo siguiente: «… yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28:20). Esta no es una metáfora ni ninguna otra figura lingüística; Él es un compañero real. No pasa ni una hora en que el Señor no esté presente, ni un kilómetro sin que vaya con nosotros. Saber que Jesucristo está a nuestro lado hace el viaje más llevadero.