Jesucristo era un autoengañado lleno de delirios de grandeza…
si no fuera por la resurrección.
Los discípulos eran seguidores bobos de un líder hipnótico de
un magnetismo extraordinario…
si no fuera por la resurrección.
El hombre que murió en la cruz del medio en el Gólgota era
igual que los criminales que pendían junto a él…
si no fuera por la resurrección.

Jesús era simplemente un brillante maestro
moral y un ejemplo inspirador…
si no fuera por la resurrección.

El movimiento que comenzó con el hombre de Galilea hubiera
muerto poco después de su muerte…
si no fuera por la resurrección.

Los seguidores de Cristo hubieran regresado a sus casas y ocupaciones, desilusionados y con el corazón destrozado…
si no fuera por la resurrección.

Los cambios abrumadores que produjeron los seguidores de Cristo
en su manera de tratar a los pobres, los incapacitados, las mujeres
y los esclavos no hubieran ocurrido como ocurrieron…

si no fuera por la resurrección.
Satanás hubiera obtenido la victoria…
si no fuera por la resurrección.

Todavía estaríamos muertos en nuestros pecados…
si no fuera por la resurrección.
Viviríamos en un olvido sin significación…
si no fuera por la resurrección.

No tendríamos esperanza de vida después de la
muerte ni de ver a nuestros seres queridos de nuevo…
si no fuera por la resurrección.

Nuestra fe sería en vano y nuestras buenas obras serían nada…
si no fuera por la resurrección.
De todas las personas que hay sobre la tierra
seríamos los más dignos de conmiseración…
si no fuera por la resurrección.

—DCE