Jerusalén estaba envuelta en llamas, y el profeta Jeremías lloraba. Durante mucho tiempo, habían desoído sus predicciones sobre el juicio divino. Ahora, su terrible profecía se había cumplido de un modo vívidamente horrendo. El breve libro de Lamentaciones registra la angustia del profeta ante la destrucción de Jerusalén.
Jeremías escribió el libro siguiendo el orden de las 22 letras del abecedario hebreo, usando una técnica denominada acróstico alfabético, para ayudar al lector a memorizar más fácilmente los pasajes. No obstante, emplear este método también demuestra que no interrumpió las etapas de su angustia, sino que dedicó deliberada e intencionalmente un tiempo para reflexionar sobre su corazón quebrantado e incluso para escribir cómo se sentía. Se podría decir que aprendió a entristecerse de la A a la Z.
El consuelo divino surgió en medio de su dolor. Al mirar al futuro, los recordatorios de la soberanía y la bondad del Señor le dieron esperanza: «Porque el Señor no desecha para siempre; antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias» (Lamentaciones 3:31-32).
Si recientemente has sufrido una pérdida dolorosa, no te olvides de dedicar el tiempo necesario para lamentarte y reflexionar sobre la bondad de Dios. Entonces, podrás experimentar Su consuelo y esperanza para el futuro.