Estados Unidos de América ha gastado millones de dólares buscando agua en Marte. Hace unos años, la NASA mandó unos robots mellizos, Oportunidad y Espíritu, al planeta rojo para ver si, en algún momento, hubo agua allí o no. ¿Por qué hace eso Estados Unidos? Los científicos que estudian detenidamente los datos enviados por esos dos pequeños trotamundos marcianos están intentando determinar si alguna vez hubo vida en ese planeta. Y para que eso haya ocurrido, tuvo que haber agua. Sin agua, no hay vida.
Hace dos mil años, una pareja de «trotamundos» atravesó los campos de un puesto de avanzada de esta tierra llamado Samaria, en busca de agua. Uno era una mujer que vivía por allí; el otro, un hombre de Galilea. Terminaron reunidos en un pozo cerca de la aldea de Sicar. Cuando llegaron, Jesús encontró el agua que buscaba y la mujer halló la que no sabía que necesitaba (Juan 4:5-15).
El agua es esencial, tanto para la vida física como para la espiritual. Jesús sorprendió a la mujer junto al pozo. Le ofreció el Agua de vida: Él mismo. Jesucristo es la renovadora y refrescante «fuente de agua que [salta] para vida eterna» (Juan 4:14).
¿Conoces a alguien que esté buscando agua? ¿Alguien que esté espiritualmente sediento? Preséntale a Jesús, el Agua viva. Es el descubrimiento más grandioso de todos los tiempos.