¿Alguna vez has tratado de decir algo importante a alguien y has visto que esa persona no ha entendido nada? Esto le pasó a Jesús muchas veces, incluso con sus amigos más cercanos.
La noche de la última cena, Jesús dio a sus discípulos el máximo ejemplo de cómo ser siervo al lavarles los pies (Juan 13:14). Luego reveló cuál de ellos lo traicionaría (vv.26-27). Después que Judas hubo salido, Jesús comenzó a ofrecer consuelo y a dar instrucciones finales al resto de los discípulos, sabiendo que pronto o iban a separar de ellos y lo iban a matar. Jesús dijo: «Adonde yo voy, vosotros no podéis ir. … que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros» (vv.33-35).
Aparentemente, Pedro se quedó atascado en la parte adonde Jesús dijo: «Vosotros no podéis ir.» Le preguntó a Jesús: «¿Adónde vas? ¿Por qué no te puedo seguir ahora mismo? ¡Yo daré mi vida por ti!» (vv.36-37). Pedro estaba centrado en su propia idea de lo que podía hacer por Jesús, en vez de escuchar lo que Jesús estaba diciéndole a él y a los demás que hicieran: amarse los unos a los otros.
A veces nos concentramos tanto en nuestros sueños, habilidades y planes futuros que olvidamos lo que Jesús realmente quiere de nosotros: olvidamos el amor. Hacemos todas las promesas del mundo, igual que Pedro. Él dijo que estaba listo para morir por Jesús. Sin embargo, iba a terminar haciendo exactamente lo que Jesús predijo: negar a su Señor tres veces antes del amanecer (v.38).
Jesús quería la vida de Pedro, pero no de la manera en que Pedro pensó que estaba listo para darla. Él también quiere tu vida y la mía. Quiere que mostremos su amor a la gente que pone en nuestro camino. Entonces, en vez de decir a Jesús lo que puedes hacer por Él, pídele que te enseñe cómo puedes amar mejor a la gente que te rodea. —TC