Cai Shen (el dios de la riqueza) es uno de los dioses más ampliamente adorados entre los chinos asiáticos. Se cree que está a cargo del ministerio celestial de las finanzas, el cual comprende una gran cantidad de dioses y espíritus responsables de la riqueza de sus devotos humanos.

Para hacerse ricos, los adoradores necesitan mantener contento a Cai Shen. Muchos ponen una imagen o estatua de él en sus hogares. Además de la adoración privada, tienen prácticas para darle la bienvenida y darle regalos, sobre todo el día de su cumpleaños. Se quema incienso, se hacen ofrendas de comida, y a veces se cuelga un pez vivo en su altar.

El concepto de un dios de la riqueza se encontró originalmente en la antigua mitología griega. En aquel entonces se conocía como Pluto. Aunque la forma y el nombre de esta deidad cambiaron de los griegos a los chinos, un dios de la riqueza siempre será objeto de veneración porque mucha gente procura hacerse rica y próspera.

Los seguidores de Jesús debemos tener cuidado de no incorporar esas ideas erróneas y materialistas en nuestra perspectiva de Dios. Nuestra interacción con Dios no es una transacción, sino una relación.

Desde la perspectiva de una transacción, algunos de nosotros podríamos intentar guardar los mandamientos de Dios sólo para recibir algunos beneficios a cambio. Puede que temamos la retribución divina si no andamos en Sus caminos. Pero entonces, ¿en qué nos distinguimos de los seguidores de la mitología griega o de las religiones orientales?

En lugar de eso, Dios establece una relación especial y personal con cada uno de nosotros. Esa en una bendición en sí misma. Cuando pecamos nos espera la disciplina de Dios. Pero esa disciplina tiene la intención de corregir nuestros caminos, no de castigar nos. Jesús ya ha cargado con nuestro castigo. Nuestra obediencia al verdadero Dios que adoramos es sencillamente el resultado de nuestra sabia y amorosa respuesta a ese Dios.   —Lim Chien Chong