El cuáquero John Woolman fue un predicador itinerante que lanzó su propia campaña para terminar con la esclavitud en Norteamérica durante la época colonial. Se reunía con personas que tenían esclavos para hablar de lo injusto que era apropiarse de la vida de otros seres humanos. Aunque no erradicó por completo la esclavitud, ciertamente persuadió a muchos amos para que liberaran a sus siervos. Su éxito se debió a la persuasión individual y personal. El libro de Filemón contiene una apelación similar. Onésimo era un esclavo que se había escapado de su amo Filemón, que era creyente en Cristo. Onésimo había sido salvo por la fe a través del ministerio de Pablo, y ahora este lo mandaba de regreso a ver a Filemón, acompañado de estas palabras: «quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado» (vv. 15-16). Aunque no sabemos si Onésimo fue dejado en libertad, su nueva fe en Jesús había modificado la relación con su amo cristiano. Ahora, él también era hermano en Cristo. Pablo influía en este mundo de a una persona por vez.

Mediante el poder transformador del evangelio, las personas y las situaciones pueden cambiar. Tal como sucedió con Woolman y Pablo, busquemos impactar el corazón de la gente en forma individual, de a uno por vez.