Durante la época de Cristo, los líderes religiosos judíos a menudo daban gracias a Dios porque no habían nacido mujer. Sólo una grave distorsión de las Escrituras pudo haberlos llevado a expresar una oración tan reprensible. Dios nunca quiso que éste fuera un mundo masculino. Pero por lo general es así.
Una turista en un país extranjero aceptó una oferta que le hicieron tres hombres en un auto para llevarla a su hotel. Tal vez eso no haya sido sabio, pero seguro que no era inmoral. Lo que sucedió después sí lo fue. Los hombres la violaron. Cuando ella informó del delio a la policía local, la arrestaron a ella. Debido a las retorcidas perspectivas que tienen en ese país sobre la mujer, se condenó a la víctima por adulterio y por hacer falsas alegaciones de violaciones.
¡Qué diferente a la manera en que Jesús trató a la mujer atrapada en el acto mismo del adulterio! (Juan 8:3-11). Aquí vemos la hostilidad de los líderes religiosos hacia las mujeres y su directo desafío a la norma de Dios de amarlas y cuidar de ellas. Nota que sólo llevaron a la mujer a Jesús, y dijeron: «Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres» (v.5).
En realidad, Moisés ordenó apedrear a los dosparticipantes en el acto del adulterio. ¿Cómo es que los fariseos hayan podido ver el acto pero no hayan podido llevar al otro muy esencial perpetrador?
Jesús, por supuesto, vio más allá de la farsa. No sabemos lo que escribió en la arena ese día (vv.6-7). Pero sea lo que fuere, hizo que los acusadores de la mujer, muy religiosos y muy culpables, retrocedieran de vergüenza. ¡Qué Hombre tan asombroso!, que tan devastadoramente pudo condenar a los acusadores de aquella mujer sin tolerar el pecado de ella.
La ley de Dios, entregada a la novata nación de Israel, puso en movimiento las reformas que elevarían la condición de la mujer en culturas que optaran por honrar las normas bíblicas. La manera revolucionaria en que Jesús trató a las mujeres, como por ejemplo hablar con ellas, fue una expresión más plena de esas libertades y protec ciones. Todavía hoy, hay mucho por hacer.
A medida que conozcamos la Biblia descubriremos que su pertinencia hoy no es menos revolucionaria para nuestra vida. —TG