Escondida en el libro de Números está la siguiente conclusión de nueve palabras de la historia de un hombre que le hizo mucho daño al pueblo de Dios. «También mataron a espada a Balaam, hijo de Beor» (Números 31:8). Para entender la importancia de estas palabras tenemos que volver a Números 22–25. Estos capítulos son dignos de leer otra vez, ahora que tenemos el final fresco en la memoria.

La mayoría de la gente recuerda a Balaam como el hombre que tenía una mula que hablaba (Números 22:21-35). Sin embargo, esa no es toda la historia. Él fue una persona dudosa que aparentemente dio un «Sí» externo a Dios mientras anidaba en su corazón un profundo «No». Después que Dios le impidió maldecir a su pueblo, Balaam encontró la forma de corromper a los israelitas y cobrar el honorario que le habían prometido. La manera en que lologró está registrada en Números 25:1 (véanse también 24:1 y 31:16).

A pesar de que Balaam parecía estar buscando la guía de Dios, su motivación profunda era la codicia. Y el juicio de Dios sobre él fue severo.

La historia de Balaam nos recuerda la triste verdad de que es posible parecer genuino en nuestro servicio a Dios, mientras lo hacemos únicamente por lo que podemos recibir a cambio. Puede que nos sintamos más motivados recibiendo gratitud, alabanza o dinero que honrando a Dios.

En el libro de Judas del Nuevo Testamento, el autor habló de personas de la iglesia que habían convertido la gracia de Dios en licencia para pecar (v.4), y «por lucro se lanzaron al error de Balaam» (v.11).

Después de advertir a sus lectores de los escollos de una vida egocéntrica, Judas escribió: «Pero vosotros, amados, edificándoos en vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando ansiosamente la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna» (vv.20-21).

Es muy trágico que la codicia nos robe el regalo de servir gratuitamente a Dios. ¿Estamos viviendo sin fines de lucro para el Señor? Es cuestión del corazón.  —DCM