«Cuando me mudé a Montaña de Hierro, Michigan, me traje mi oveja mascota. Pastaba en la hierba rica en minerales que hay aquí. Cuando llegó el momento de trasquilarla en la primavera, recogí 4 kilos de lana de acero.»
Eso dice Sandi Weld de Sorrento, Florida. Pero no le creas. Es una campeona de la mentira.
La mentira de Sandi sobre su oveja fue la ganadora en el 72do. Campeonato Mundial de la Mentira auspiciado por el Club de los Mentirosos de Burlington.

Algunas de las otras mentiras más grandes incluyen la de un hombre que dice que cuando él habla, su esposa escucha. Y la de un tipo que dice que el caballo de su padre es tan listo, que se podría poner sus propias herraduras.

Claro que todo esto se hace por pura diversión, pero las Escrituras no se andan con rodeos cuando se trata de la mentira. Mentir es una práctica destructiva que hiere a la gente y destruye relaciones. Es una práctica que Dios aborrece. «Seis cosas hay que odia el SEÑOR, y siete son abominación para Él: ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, un corazón que maquina planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos» (Proverbios 6:16-19).

David alentaba a los que amaban la vida y deseaban ver muchos días buenos: «Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño» (Salmo 34:13). Y Pablo, en su Carta a los Colosenses, dijo: «No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos» (3:9).

Si nos estamos esforzando por parecernos más a Jesús, lo cual debería ser la meta de todo creyente, tenemos que deshacernos de nuestras lenguas mentirosas.

Ya sea que estés diciendo una «mentira piadosa» de vez en cuando, o que el mentir se haya convertido en un estilo de vida, Dios lo aborrece. A Satanás se le describe como el padre de la mentira (Juan 8:44). Entonces, ¿quién es tu padre? —PW