¿Tienes recuerdos vivos de hace años que parecen como si hubieran sucedido ayer? Cuando el apóstol Juan era un anciano, exiliado por su fe en la isla de Patmos, tuvo mucho tiempo para reflexionar en su larga vida llena de acontecimientos. Con pluma en mano escribió su inspirada carta que hoy conocemos como 1 Juan. Originalmente escrita en griego, 1 Juan está expresada en un estilo hermoso y sencillo con frases casi infantiles: «Dios es luz», «Dios es amor», «Somos hijos de Dios».

En contraste con el resto de la carta, la introducción (1:1-3) está llena de palabras griegas compuestas. ¿Por qué?

La respuesta descansa en el uso repetido que hace Juan del «participio perfecto». Esto significa una acción terminada en el pasado con resultados duraderos en el presente. Ha sucedido algo, pero su impacto a largo plazo continúa.

A veces el participio perfecto se puede usar como eco en la memoria de alguien. Ésto era lo que Juan quería decir:
•«Lo que hemos oído»: el sonido de la voz de Jesús todavía perdura en nuestros oídos.
•«Lo que hemos vistocon nuestros ojos»: la imagen mental de Jesús todavía está viva delante de mí.
•«Lo que han palpadonuestras manos»: aún puedo sentir los callos de las manos de carpintero de Jesús.

Juan entonces prosiguió a hablar del Jesús histórico como medio de comunión con Dios y de los unos con los otros. Gracias a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, Juan proclamó que nosotros podemos experimentar a Dios en una realidad de cada momento.

Entonces, tanto como ahora, los cristianos no ponen su fe en cuentos de hadas inventados acerca de algún personaje legendario. Más bien creemos los relatos de testigos oculares de acontecimientos reales. Por eso podemos poner nuestra confianza en Jesús, que resucitó de entre los muertos, para que conteste nuestras oraciones y nos guíe (2 Pedro 1:16; Juan 16:24).  —DF