Hace poco, desde mi casa en Colorado, usé los mapas de Google para «recorrer» el vecindario en Nairobi, Kenia, donde vivió mi familia hace dos décadas. Una imagen satelital en la pantalla de mi ordenador me permitía identificar caminos, señales y edificios. En algunos casos, logré obtener una vista desde la calle, como si estuviera parado allí en el suelo.
Era una visión impresionante, pero que solo refleja una mínima parte de cómo ve quizá el Señor nuestro mundo.
El salmista celebró la visión del Señor escribiendo estas palabras: «Desde los cielos miró Jehová; vio a todos los hijos de los hombres […]. He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre» (33:13-19).
A diferencia de un satélite insensible, Dios mira con Su corazón de amor mientras considera quiénes somos y qué hacemos. La Biblia revela que el Señor anhela que confiemos en Él y que sigamos Sus caminos. Nunca estamos fuera de la vista de Dios, y Su mirada está atenta sobre todos aquellos que esperan en Él.
Para todos los que han aceptado a Jesucristo por medio de la fe y lo conocen, es alentador darse cuenta de que todos los días formamos parte de Su panorama asombroso.