¿Te gustaría ser hermitaño? Lo digo en serio. El dueño de una casa histórica en Inglaterra ha colocado un anuncio pues quiere contratar a un hermitaño. El Quinto Conde de Litchfield, dueño de una propiedad que data de 300 años, espera revivir una vieja tradición haciendo que un huésped viva en una cueva remota de su propiedad durante un mes. La persona que reciba la asignación para ser recluso podrá llevar consigo a la cueva únicamente la ropa que lleve puesta y un «texto espiritual» de su elección.

¿Qué harías si te seleccionaran para ser el hermitaño? Entre los papeles tradicionales se encuentran actuar como sabio y asustar a los visitantes que merodean por los jardines.

A mí me suena divertido. Imagínate, estar a solas con tu Biblia durante un mes (cuando no estás asustando a los curiosos de los jardines). Podrías pasar el tiempo memorizando versículos, meditando en las Escrituras, orando durante lar—-gos ratos del día.

Como creyentes en Jesús podemos ver los beneficios de pasar tiempo seriamente en soledad con el Señor. Pero definitivamente Él no nos llamó a ser hombres cavernícolas. El apóstol Pedro escribió una carta que da un muy buen consejo sobre cómo vivir una vida santa en este mundo sin convertirse en recluso. Dijo a sus lectores de Asia Menor: «Mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que … por razón de vuestras buenas obras … glorifiquen a Dios… (1 Pedro 2:12).

Nota que dijo entre. Si nos alejamos de la sociedad y creamos nuestros propios refugios, ignoramos el mensaje que Pedro estaba rasmitiendo. Jesús quiere que causemos un impacto en el mundo y en la gente que hay en él.

Es posible que suframos por vivir honrando a Dios (v.19), pero su justicia (v.24) sólo se verá si nos salimos de nuestras cómodas cuevas. En vez de aislarnos de la oscuridad que hay en la sociedad, dejemos que la luz de Jesús brille para que los demás también puedan verla.  —TF