Durante los últimos 29 años, el encuentro anual Celebración de la Vida, en nuestra ciudad, reúne a miembros de una familia singular: médicos, enfermeras y personal del Hospital de Niños de Colorado Springs con ex pacientes de la unidad neonatal de cuidados intensivos. Algunos de ellos son bebés llevados en cochecitos mientras que otros ya son jóvenes. Sus padres los acompañan para agradecerles a aquellos que salvaron la vida a sus hijos y les dieron una segunda oportunidad. El artículo de Edward Paik en The Gazette citaba la sentida respuesta del Dr. Bob Kiley: «Para todo el equipo de trabajo, tanto en lo profesional como en lo personal, esto fortifica el porqué de hacer este trabajo».
Me pregunto si en el cielo habrá muchos momentos similares cuando los tutores espirituales y aquellos a quienes ayudaron cuando eran «bebés en Cristo» se reúnan para compartir historias y alabar a Dios. El Nuevo Testamento describe que Pablo, Silvano y Timoteo trabajaron entre los nuevos creyentes de Tesalónica con afecto, «como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos» (1 Tesalonicenses 2:7), y dando consuelo y ánimo, «como el padre a sus hijos» (v. 11).
Ayudar en una etapa crítica de su fe a los recién convertidos a Cristo es un trabajo de amor que será motivo de gran gozo en la reunión «familiar» en el cielo.