Sólo se necesitan unos cuantos fanáticos emocionados saltando de sus asientos con las manos en el aire para empezar un fenómeno que rápidamente puede apoderarse de todo un estadio lleno de miles de personas. Nos referimos a «la ola». Los científicos dicen que una vez empieza, la ola por lo general se mueve en la dirección de las manecillas del reloj a una velocidad de 20 asientos por segundo. (Me pregunto cuánta energía podemos aprovechar si un estadio lleno de fanáticos pudiera mantener una ola durante seis meses o algo así. O cómo puedo yo conseguir un trabajo estudiando la ola.)

Sólo hace falta un grupo pequeño de personas para empezar las cosas, tanto las buenas como las malas. Tomemos, por ejemplo, a los espías israelitas en el libro de Números. Moisés envió a 12 espías para inspeccionar la Tierra Prometida (13:1-3). Encontraron la tierra rica en alimentos y suelo, pero temible en cuanto a enemigos y ciudades. Diez de los espías estaban tan aterrorizados que empezaron una ola de temor y disensión entre toda la nación (14:1-4).

Pasa las páginas hasta llegar al libro de los Hechos. Los apóstoles acababan de empezar después que Jesús ascendió a los cielos (1:9). El Espíritu Santo vino a ellos, y esos mismos hombres que se habían agrupado aterrorizados tras puertas cerradas después de la muerte de Jesús (Juan 20:19), salieron y cambiaron el curso de la historia. Y la ola continúa. La Iglesia que ellos empezaron todavía es la institución de la que formamos parte hoy.

Ellos estaban dedicados a la enseñanza, la comunión y la oración (Hechos 2:42). Se satisfacían las necesidades materiales unos a otros (v.45). Adoraban y socializaban juntos (v.46). Alababan a Dios y establecieron una buena reputación (v.47). Y lo mejor de todo: «Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos» (v.47). ¡Eso es lo que se llama una ola!

No se necesita mucho esfuerzo para influenciar a la gente que te rodea, tanto para bien como para mal. Toma la decisión de empezar una ola de aliento, amor y alabanza a Dios entre la gente con la que pases tiempo hoy. Nunca se sabe quién se puede unir.  —TC