El museo del Louvre en París probablemente sea el museo de arte más famoso del mundo. Está lleno de pinturas de los maestros: Rubens, da Vinci, Delacroix, Miguel Ángel, Ingres, Vermeer y otros. Durante la temporada baja, el Louvre abre sus puertas a los que aspiran a ser artistas que vienen a copiar a los maestros. Se sientan allí hora tras hora frente a una pintura y tratan de reproducirla exactamente. Una joven de California estaba haciendo un Delacroix. A los observadores les puede haber parecido que lo había copiado exactamente, pero ella no quedó satisfecha. «Es la copia más difícil que he hecho en mi vida» —dijo.
Amal Dagher, un hombre de 63 años que ha estado copiando pinturas en el Louvre durante más de 30 años, continúa aprendiendo de los maestros. Amal dijo: «Si estás demasiado satisfecho contigo mismo, no puedes mejorar.» La Biblia nos dice que imitemos a Dios (Efesios 5:1). Hemos de llegar a parecernos a Él tanto como podamos. Hemos de usar el lienzo de nuestra vida para reproducirlo en santidad, amor y verdad. Nunca podremos hacerlo exactamente, claro. Pero estoy seguro de que podemos mejorar. Nuestra responsabilidad es seguir intentándolo, seguir mejorando cada vez más. Nuestro problema es que nos inclinamos a darnos por vencido demasiado pronto. Nos desesperamos muy rápidamente. Nos sentimos muy principiantes comparados con el ejemplo de Dios. Y por eso desistimos.
No podemos darnos el lujo de estar satisfechos con el lugar adonde nos encontramos. A todos nosotros todavía nos falta mucho. Tomando a Cristo como ejemplo, hagamos todo lo posible por vivir como Él vivió y por hacer lo que Él hizo. Él es el Maestro. —DCE