Se ha definido la amistad como «conocer el corazón de otra persona y compartir el propio con alguien más». Compartimos el corazón con aquellos en quienes confiamos y nos fiamos de quienes se interesan por nosotros. Confiamos en nuestros amigos porque tenemos la certeza de que usarán la información para ayudarnos, no para perjudicarnos. Ellos, a su vez, confían en nosotros por la misma razón.

A menudo, nos referimos a Jesús como nuestro amigo porque sabemos que desea lo mejor para nosotros. Nos fiamos de Él porque le tenemos confianza. ¿Alguna vez pensaste en que Jesucristo confía en Su pueblo?

Jesús empezó a llamar a Sus discípulos amigos en lugar de siervos porque les había confiado todo lo que le había oído decir a Su Padre (Juan 15:15). El Señor les encomendó que usaran esa información para beneficio del reino de Dios.

Aunque sabemos que Jesús es nuestro amigo, ¿podemos decir que nosotros lo somos de Él? ¿Lo escuchamos o solo queremos que Él nos escuche a nosotros? ¿Deseamos saber lo que tiene en Su corazón o únicamente buscamos contarle lo que hay en el nuestro? Para ser amigos de Jesús, debemos escuchar lo que Él quiere que sepamos y, después, utilizar esa información para guiar a otros para que también sean amigos Suyos.