Al comienzo de la primavera, mi esposa y yo presenciamos por la ventana de nuestra cocina un fascinante espectáculo de unas aves. Una pareja de mirlos, con paja en sus picos, entraba por una pequeña abertura en la casa de al lado. Un par de semanas después, nos deleitamos al ver cuatro avecillas que asomaban la cabeza por el agujero. Mamá y papá se turnaban para alimentar a los hambrientos bebés.

Ver las bocas bien abiertas de esas crías me recordó lo importante que es que los seguidores de Cristo deseen ansiosamente el alimento espiritual. En 1 Pedro 2:2, el apóstol Pedro usa la analogía de los bebés que ansían ser alimentados, y dice: «Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis…». La palabra griega traducida «desead» habla de un anhelo profundo. Es un término compuesto que significa «desear de todo corazón» o «anhelar».

Podría parecer extraño que se ordene anhelar algo de todo corazón. Sin embargo, a diferencia de las aves y de los bebés hambrientos, es preciso que a nosotros se nos recuerde la necesidad que tenemos de comida espiritual. Aunque nos hayamos alimentado con la Palabra en el pasado (v. 3), debemos darnos cuenta de que nuestra necesidad es constante y que, si no seguimos nutriéndonos, nos debilitaremos espiritualmente. Dios está ansioso por alimentar a Sus queridos hijos. Así que, ¡abre bien la boca!