Mientras leía el primer capítulo de Santiago, me impactó la frase «recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (v. 21). Me vino a la mente una decisión con la que he estado luchando para tomar, y pensé: No necesito leer otro libro, asistir a otro seminario ni preguntarle a un amigo sobre esto. Debo obedecer lo que la Biblia me dice que haga. Mis esfuerzos por estar mejor informado se habían convertido en un medio para resistir la instrucción de Dios en lugar de recibirla.
Santiago estaba escribiéndoles a seguidores de Cristo, cuando dijo: «desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:21-22).
El erudito bíblico W. E. Vine dijo que la palabra griega usada aquí para recibid significa «una recepción pronta y deliberada de lo que se ofrece». La mansedumbre es una actitud hacia Dios «que considera que Su trato con nosotros es bueno y que, por tanto, no lo cuestionamos ni lo resistimos». Un corazón humilde no lucha contra Dios ni contiende con Él.
La poderosa Palabra de Dios, implantada en nuestro corazón, es una fuente de sabiduría y fortaleza espiritual digna de confianza. Está a disposición de todos los que la reciben con humildad.