En el momento en que escribo esto, la temperatura es de unos -2º C. Estoy cuidando la casa de unos amigos. Mis responsabilidades son ocuparme de los perros y mantener el fuego de la calefacción.

Con los perros me va muy bien. Esta mañana los saqué a caminar, les dí su comida y un poquito de cariño. Ahora los dos están durmiendo a mis pies.

Sin embargo, la calefacción de madera me estaba dando problemas. No lograba hacerla funcionar muy bien. Encendí el papel y el fuego pronto se avivó. Pero 15 minutos después se había apagado. Sólo quedaban un par de brasas rojas. Así que volví a encender el fuego y probé otra vez. Seguía sin tener suerte. Y lo que es peor, yo soy un experto en encender hogueras. Sé cómo hacerlo. «Esto es humillante» —les digo a los perros. Ellos, a medio dormir, están de acuerdo conmigo.

Decido entonces hacer una lista mental: madera seca coloca da debidamente para que el aire pueda fluir; papel e ignición. Entonces vi, en la parte inferior de la estufa de hierro, una palanca que decía «Bajo-Alto». Por alguna razón estaba en la posición «Baja», así que le entraba muy poco aire al fuego. Me puse a manipular la palanca hasta que la coloqué en la posición «Alta». Ahora el fuego está al máximo. Lo que necesitaba era aire.

La palabra griega para «aire» es pneuma. Por ejemplo, un taladro «pneumático» es un taladro de aire. La palabra también forma parte del nombre del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el «viento» o el «aliento» de Dios. Vive dentro de nosotros para mantener avivado el fuego de nuestra fe y testimonio. Por medio de Él abundan el amor, las buenas obras y el gozo (Gálatas 5:22-23).

¿Te has enfriado espiritualmente? ¿No pasa nada? ¿No hay gozo, testimonio ni alabanza? Probablemente no estés «andando por el Espíritu» (v.25). Es hora de «abrir la compuerta» y dejar que el aire de Su influencia fluya libremente de nuevo a través de ti. Ora y pídele a Dios que te llene de su Santo Espíritu hoy.  —DCE