¿Íbamosen la dirección correcta? Mis sentidos me decían que no, pero los instrumentos decían que sí. Me encontraba en un barco de vela de unos 13 metros de eslora con una tripulación de estudiantes de secundaria que estaba disfrutando de sus vacaciones de Semana Santa en las centelleantes aguas soleadas de los cayos de la Florida. En aquel día en particular habíamos decidido tomar un rumbo fuera de las protegidas aguas entre los cayos y tierra firme. Así que nos dirigimos hacia mar abierto para pasar unas horas, y luego regresar a un arrecife adonde planeábamos nadar con esnórquel.
Era un día hermoso de mucho viento y olas. Estábamos lejos de la tierra, y mientras navegábamos a vela, me entraron dudas en cuanto a una nube de tormenta que se formaba en la distancia.
Parecía que nos estábamos alejando demasiado. Pero el sistema de posicionamiento global (SPG) y la brújula indicaban que íbamos bien. Si hubiera confiado en mis ojos y mis sentidos, tal vez hubiera decidido acercarme más a la costa. Pero había arrecifes a lo largo de la ruta, y cualquier cambio de rumbo tenía que considerarse cuidadosamente.
Decidimos confiar en los instrumentos. A la larga vimos una señal: estábamos en el rumbo correcto, por supuesto.
Hace bastantes años, un gran grupo de viajeros se desorientó en un desierto egipcio. Su líder había subido a una montaña, fuera de la vista de ellos, y el grupo comenzó a pensar que él no iba a volver. Decidieron hacer lo que pensaron era lo mejor para ellos, en vez de confiar en las claras instrucciones del líder. Los resultados fueron desastrosos. Éxodo 32 describe en detalle los tristes resultados de lo que puede suceder cuando la gente confía en sus propios sentimientos en vez de confiar y obedecer la clara guía de Dios.
Todos los días tenemos que tomar esa decisión. ¿Vamos a seguir la carta de navegación —la Palabra de Dios— para mantener el rumbo? ¿O nos vamos a desorientar tanto con las circunstancias y sentimientos que vamos a decidir que sabemos mejor que Dios lo que es mejor para nosotros? —KD