Imagínate el terror de hundirte en el mar, sin poder respirar, con el peso de un bloque de cemento atado a tu cuello. ¡Qué horror!
Sin embargo, hay algo mucho peor: tentar a un creyente a pecar impidiéndole servir a Jesús.
Tal vez fue por celos que el discípulo impidió a alguien echarfuera demonios en el nombre de Jesús (Marcos 9:38). Después de todo, hacía poco, algunos de sus discípulos aprendieron lo grave que puede ser eso cuando no pudieron echar fuera un demonio del hijo de un hombre (vv.18-19). Los discípulos estaban tan ciegos por su orgullo que no estaban entendiendo lo que pasaba: el mensaje de Jesús se estaba divulgando por toda la tierra, y la gente estaba haciendo buenas obras en el nombre de Cristo.
Jesús amaba entrañablemente a los discípulos. Y ellos lo amaban a Él también. Pero igual que nosotros a veces, a ellos les gustaba estar en primer lugar más que ser siervos. Formaban parte del grupo «popular» que estaba con Jesús, y hasta cierto punto creían que tenían los derechos exclusivos al acceso a Cristo. Se equivocaron al detener a este hermano para que no hiciera buenas obras por Jesús.
Impedimos que los demás hagan buenas obras para el Señor de muchas maneras: criticándolos, ignorando sus esfuerzos, riéndonos o dando razones para creer que la idea nunca daría resultado. La duda mata la fe y hasta los creyentes pueden arrojar dudas en el deseo sincero de otro creyente de servir a Jesús.
Muchos cristianos nacidos de nuevo no forman parte de un grupo especial y pueden tener diferentes formas de hacer las cosas. Sea lo que fuere, si se hace en Su nombre, que se haga, y ¡que Dios nos libre de impedirlo!
Ya sea tan monumental como echar fuera demonios, o tan sencillo como dar un vaso de agua, estas buenas obras, si se hacen por Jesús, importan a Dios y un día serán recompensadas. —AS