«Tus experiencias espirituales con Jesús son cosas de tu imaginación.» El rechazo de un escéptico de nuestra relación con Jesús puede a veces hacernos dudar. ¿Qué hace que la experiencia cristiana sea singularmente válida?
Algunos señalan profundas necesidades en el trasfondo de una persona como la fuente de su experiencia religiosa. Dicen: «Él necesita un dios porque le faltó un padre.» Sin embargo, esta afirmación no es cierta para todos los creyentes en Cristo. Fíjate en la diversidad de personas que han confiado en Jesús: hombres y mujeres, ricos y pobres, esclavos y libres. Sin embargo, Jesús tuvo un encuentro con cada uno de ellos en un punto particular de su necesidad personal (Gálatas 3:26-28).
Otros creen que el cristiano es una víctima de una «estafa espiritual» en la que un super vendedor religioso ha triunfado. Pero hay muchos creyentes hoy que no fueron coaccionados para creer en Cristo. Más bien llegaron a la fe leyendo la Biblia o conversando con un amigo (Colosenses 4:2-6).
También están los cínicos que sacan a relucir el «lavado de cerebro», que es cuando una persona se coloca bajo el control mental de un grupo religioso. Sin duda, hay grupos religiosos que se han desviado de la enseñanza bíblica y ejercen control sobre el pensamiento y la conducta de sus miembros. Esto está muy alejado de la práctica de las iglesias que creen en la Biblia. Los creyentes van a la iglesia para interactuar en grupos grandes y pequeños, no para que los adoctrinen. Con esto no se «lava el cerebro» (Hechos 2:41-47). De hecho, al cristiano que está creciendo se le exhorta a pensar y a reflexionar (Hechos 17:11).
La validez de la experiencia en Jesús está arraigada en la realidad objetiva. El cristianismo está edificado sobre el fundamento de la historia: la vida, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo.
Respetemos a las personas de otros credos. Pero nunca debemos poner la experiencia cristiana al mismo nivel que ellos. Nuestra experiencia como cristianos está fundamentada únicamente en la persona y obra de Jesús, tal como lo confirma la evidencia histórica del Nuevo Testamento (2 Pedro 1:16). —DF