En Romanos 5:20, Pablo dijo: «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia». Pero este concepto radical abre una compuerta teológica. Judas, el escritor bíblico, advierte que es posible convertir «en libertinaje la gracia de nuestro Dios» (Judas 4). ¿Para qué ser bueno si sabes que serás perdonado? Ni siquiera cuando se enfatiza el tema del arrepentimiento se elimina por completo este peligro.

En Romanos 6, Pablo habló directamente del tema: «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera…» (vv. 1-2), y empleó una analogía que hace un contraste descarnado entre la muerte y la vida. «… porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (v. 2). Ningún creyente que ha resucitado a una nueva vida debería añorar el pecado.

Sin embargo, la maldad no siempre parece contener el hedor del pecado, ya que este puede ser intensamente atractivo.

Pablo lo reconocía; por eso, aconsejó: «… consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» y «no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal…» (vv. 11-12).

Si realmente hemos captado la maravilla del amor de Dios hacia nosotros, ocuparemos nuestros días tratando de comprender Su gracia y de testificarles de ella a otros, no de explotarla.