¿Aquién conoces mejor: a Jesús o a Enrique Iglesias? ¿Cuál cartera de valores preferirías tener: la de Jesús o la de Cristina Saralegui? ¿Qué pasas más tiempo memorizando las palabras de Jesús o canciones populares cristianas?

Éstas parecen preguntas tontas con respuestas obvias. Pero considera esto. ¿En qué piensas la mayor parte del tiempo? ¿Qué haces con tu tiempo? ¿Qué sabes de la vida de Jesús en la tierra, además del principio y el fin?

La Biblia no nos lo dice todo. De hecho, sus páginas guardan silencio sobre Jesús entre las edades de 12 y 30 años. ¿Alguna vez te preguntaste qué clase de adolescente fue? ¿Cómo se relajaba después de un arduo día de trabajo? ¿O qué hacía con sus manos de carpintero? Como Creador del universo, lo más probable es que su obra fuera hermosa, creativa, única. ¿Crees que alguna vez sentía un dejo de tristeza al mirar la naturaleza y recordar la magnificencia de aquel primer jardín perfecto?

Esas son preguntas interesantes, pero el conocimiento más importante que podemos tener de Jesús es como Salvador: Aquel que murió y resucitó (1 Tesalonicenses 4:14). El que tomó el castigo que debió ser nuestro para que nosotros pudiéramos tener su justicia (2 Corintios 5:21). El que está en el cielo preparando lugar para nosotros para que pasemos la eternidad allá (Juan 14:2-3).

Sin embargo, conocer a Jesús es más que el solo hecho de aceptar su oferta de salvación. Pablo comunicó lo importante que es saber de qué se trata la vida de Jesús. Jesús llegó a ser la confianza de Pablo: «Yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día» (2 Timoteo 1:12).
¿Cómo no confiar en Aquel que «abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio» (v.10)? Es difícil tener confianza en alguien a quien apenas se conoce.

¿Es Jesús tu confianza? Tal vez lo conozcas como Salvador, pero ¿qué significa en realidad para ti?  —TC