En muchos campus universitarios se encuentran grupos religiosos que como mejor se describen es diciendo que son «peculiares». Ves a estos grupos con mesas de información abiertas adonde los estudiantes se congregan, y te dan ganas de gritar: «¡Oigan! Eso está muy lejos de ser verdad» (o algo más diplomático).

Pero esa no fue la manera en que Pablo abordó una situación similar. Cierto que le molestó ver que Atenas estaba llena de ídolos. Sin embargo, no les gritó a los atenienses ni los ridiculizó. Más bien los alentó afirmando su búsqueda de la verdad espiritual, pero cambiándola de dirección.

Describió a Dios como el Creador que quiso que los hombres «buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros» (Hechos 17:27). Esa última frase en particular se destaca.
Nota lo que Pablo no dijo:
1. «Están lejos de Dios.» Nos sentimos tentados a atacar a la gente que está perdida y que se aferra a creencias inusuales. Pablo no hizo eso.
2. «No están lejos de Dios.» Esto es definitivamente menos condenatorio, pero el énfasis sigue estando en el lugar equivocado.
Y lo que Pablo sí dijo:
3. «Dios no está lejos de vosotros.» Perfecto. Verdad. Y el énfasis está en la persona correcta.

Ese fue el mensaje de Pablo en Atenas. Nosotros podríamos calificar a las personas según un índice pagano, pero Dios no. Una persona X que no es cristiana alimenta a los hambrientos todos los fines de semana y hace mantas para los desamparados. Otra persona que tampoco es cristiana roba el dinero para dulces de los niños de párvulo.  Dios «no está lejos» de ninguna de las dos. Una oración genuina de arrepentimiento y creencia abre la puerta a una relación íntima con Él.

¿Quieres animar a un amigo no cristiano esta semana? No pronuncies otro discurso largo acerca de lo equivocado que está él o ella. Sólo di estas seis palabras: «Dios no está lejos de ti.» Luego, explica con amor cómo conocerlo. Eso suena mucho mejor a la gente que tus palabras sobre el vacío espiritual que hay en ellos. Es además una verdad consoladora.  —JC