Todos los años me hago un chequeo físico: esa visita periódica al consultorio del médico, donde me revisan en profundidad y me hacen todo tipo de estudios. Es algo que puede fácilmente producirnos miedo o darnos ganas de huir. No estamos seguros de cuál será el resultado de los exámenes ni de qué dirán los médicos. Aun así, sabemos que necesitamos esta evaluación para determinar cómo estamos físicamente y qué hará falta a medida que avancemos.

En sentido espiritual, lo mismo sucede en la vida de un seguidor de Cristo. Es necesario que, de vez en cuando, hagamos una pausa y reflexionemos sobre la condición de nuestro corazón y de nuestro andar.

Un buen lugar para hacer un importante estudio personal es la Cena del Señor. Pablo les escribió a los corintios, entre los cuales había algunos que comían de manera indigna: «Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa» (1 Corintios 11:28). Al recordar la muerte de Cristo por nosotros, la seriedad del momento puede darnos claridad de mente y una mayor comprensión, ya que, cuando consideramos el precio que Jesús pagó a nuestro favor, ese es el mejor momento para examinar el estado de nuestro corazón y de las relaciones interpersonales. Entonces, comprendiendo con honestidad nuestra condición espiritual, podemos acudir al Señor para pedirle la gracia que necesitamos para seguir adelante en Su nombre.

¿Es hora de que te hagas un chequeo?